Cuando poco antes de morir, en 2009, Leon Eisenberg, conocido como el padre del TDAH, afirmó que era una “enfermedad ficticia” (la palabra literal es “fabricada”) parece ser que se incurrió en un error de traducción. Lo que decía Eisenberg es que se estaba sobrediagnosticando y que se debería investigar más cada caso y medicar menos a los niños.
Como todo en la vida, al extenderse la noticia (que no fue de 2009 sino de 2012) han surgido opiniones de las que se suben al carro de la novedad, en este caso la de arremeter contra este trastorno, algunos hasta con argumentos convincentes.
Al afirmar el psicoanalista Joseph Knobel Freud, sobrino nieto de Sigmund, que lo que ocurre es que el niño intenta llamar la atención de sus padres y se inquieta, o al sugerir Ken Robinson, Sir todo él, que sospechosamente se da en entornos con más estímulos como las ciudades más grandes, o al asegurar el catedrático Marino Pérez que no hay biomarcador cerebral que demuestre la existencia del TDAH, tampoco aportan una prueba contundente de lo contrario.
Esto es, sin interés ninguno en que exista o no dicho trastorno me surgen bastantes dudas sobre tales afirmaciones. Sr. Pérez ¿existe biomarcador para detectar todas las enfermedades de salud mental reconocidas por la OMS? ¿Es esa condición sine qua non para que exista una enfermedad? ¿Es posible que aún no tengamos los parámetros que acoten ese biomarcador o desconozcamos la combinación de marcadores biológicos específicos…?
Es cierto, señor Robinson, a mayor cantidad e intensidad de estímulos mayor posibilidad de estrés y ansiedad que se puede somatizar fácilmente ¿indica eso rotundamente que no exista el TDAH? ¿O solo se pone usted a la defensiva porque nota, como yo, que es más fácil tirar de manual donde vienen registradas unas cuántas enfermedades con indicaciones embotelladas y medicamentos específicos que “parece que funcionan” y así me quito de problemas (si soy médico que sobrevive, también, en océanos de estímulos)?
Creo que lo médicos de hoy en día no se salen del protocolo por comodidad y miedo, por ese orden, lo que perjudica seriamente la salud.
Creo que no se tiene en cuenta que durante décadas, y con el beneplácito de nuestros gobiernos, se ha venido hormonando y cargando de antibióticos la comida viva destinada al ser humano y eso, quieran algunos admitirlo o no, tiene que influir en nuestro sistema inmune, por ejemplo, sí o sí. Sin hablar de otros agentes externos, dícese parabenos y primos hermanos, o de medicamentos recetados cuyos efectos secundarios pueden camuflarse mejor que los de la Talidomina por, quizás, intensificarse con el tiempo en vez de ser inmediatos o mezclarse con otra clase de dolencias comunes que cuadren con cualquier diagnóstico del manual antes citado. No hablo ya de la contaminación y de procesos inflamatorios. Pero 9 de cada 10 enfermos son crónicos, y eso genera muchos beneficios, sospechoso.
Creo que las TIC están modificando el funcionamiento del cerebro y todavía no sabemos el calado de tal influencia.
Creo que la sociedad desarrollada actual está estresada porque así lo han favorecido los agentes económicos, reyes del mambo que nos marcan el ritmo de baile, y nos obligan a consumir para no sentirnos excluidos, bajo presión psicológica, a una velocidad de vértigo, auspiciada por técnicas de venta salvajes y manipuladoras como la obsolescencia programada.
Creo que la sociedad está “avanzando” a una velocidad tremenda y que los males (me refiero a la salud) no son, ni pueden serlo, los mismos que hace un siglo.
Está claro que nadie tiene el monopolio de nuestra salud pero entre todos nos la están (y algunos se autoayudan) fastidiando.
No sé si existe el TDAH, pero por ahora, con estos argumentos y mi experiencia, tengo mis serias dudas de que no exista.