Se puede ser monárquico tanto como antimonárquico, razones
para tomar una u otra decisión no van a faltar.
Da la sensación de que la gente confunde ser rey/reina con
ser rico y privilegiado, y eso, en un país como este, levanta más de una
animadversión. Y si no nos olvidamos de los que se quieren repartir el pastel
de gobernar, se abre la veda de la corona.
No se entra a valorar objetivamente el papel que los Reyes
están desempeñando. El Rey porque heredar el trono es malo, la Reina porque ser
una plebeya venida a más es malo. Todo es malo. Lo importante es que la Reina se
haya operado la nariz, no que cuando da una conferencia en inglés representando
a España dé gloria bendita; que es divorciada o tiene un primo tal, no que dé
ejemplo de una cultura exquisita y de ser una ávida lectora; que en ocasiones se
salte los protocolos, no que es una madre entregada que vela personalmente por
la educación o alimentación de sus niñas y, cuando ella no puede atenderlas, prefiere
dejarlas con su propia madre que con amas de cría como se suele hacer en estos
casos. Hasta cuando Felipe VI, siendo aún Príncipe de Asturias, fue abanderado
en los Juegos Olímpicos fue motivo de crítica.
¿Por qué en este país cuando tenemos algo no nos quedamos
con lo bueno que ofrece? Me siento orgullosa de que Penélope Cruz ganara el
Óscar y lo dedicara a los españoles, me siento orgullosa de que Javier
Fernández sea campeón del mundo de patinaje, me siento orgullosa de que Bernardo
de Gálvez tenga retrato en el Capitolio, me siento orgullosa de que Rafa Nadal
lo pete, me siento orgullosa del mediohombre (que a pique de ponerle Blas de
Lezo a un buque inglés estuvimos con la guasa), me siento orgullosa de nuestros
8 Premios Nobel (Echegaray, Ramón y Cajal, Benavente, tocayo Jiménez, Ochoa,
Aleixandre, Cela y Llosa ¿se me escapa alguno?), de los Gasol por darle caña al
baloncesto en EE.UU., de Ferrán Adriá por llevar a lo máximo la gastronomía
española, me siento orgullosa de que Pertegaz no se fuera con Dior… Necesidad
de que algo nos una de verdad, y no sea, lamentablemente, la muerte de alguien.
Y en cuanto a los defectos que tenemos, y las diferencias, a
ver si buscamos soluciones, alternativas o empeños de mejora en vez de tirarnos
los trastos a la cabeza, de arreglarlo todo con la fractura porque la
diferencia hace mejores a unos que a otros y mejor evitar la convivencia, o quitarnos
a los reyes de encima porque pensamos que a lo mejor, así, baja el paro.