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viernes, 5 de septiembre de 2008

Un coche con rallajo.

Memorias de un gerente comercial cualquiera en un día de verano, Málaga.

Nueve de la mañana. Me toca visitar el edificio Piscis, cerca del edificio Negro, por cuestiones ajenas a mi voluntad laboral pero necesarias para solventar un error de otra persona (ya, ya, yo también le paso los marrones a mis compañeros si puedo). Aparco el coche bajo consentimiento del «gorrilla» (dícese del individuo que trabaja ¿vigilando? no sé yo…) donde puedo y le dejo el euro de rigor por hacer, mmm, nada. Hora y media después me traslado a la Alameda principal y, a pesar de mi pericia esquivando «gorrillas», topo con uno de frente que pareciera que me salió de debajo de un coche disfrazado de gato para que no lo toreara. Otro euro.

Concluidas las tramitaciones pertinentes en la zona me traslado al Hospital Civil para llevar documentación a un superior ingresado. Euro al canto en la explanada contigua, única forma de dejar el coche en «sitio seguro» (dícese de aquel lugar en el que los más rápidos al oeste del Río Guadalhorce no desenfundan sus bolis para dejar autógrafo uniformado). Otro eurogorrilla, de nuevo en la Alameda principal. Y un nuevo euro en las mediaciones del edificio Negro, único lugar donde encuentro aparcamiento después de cien mil vueltas y un trompo. Por fin, termino la jornada laboral a las tres de la tarde y decido relajarme en un chiringuito de la playa del campo de Golf… Cawentó lo que se menea… ¿otro euro? ¿Por ir a la playa? Esta vez lo diré directamente: manda cojones.

Cinco euros por la patilla, por veintidós días laborables y dos de playa al mes suman... Churras más merinas más la madre que parió al que permite semejante soplapollez… ah, sí, casi VEINTE MIL pesetas, lo digo en rubias que así suena a lo que es, UN TIMO. Me importa un pimiento que ahora sea el euro el encargado de generar mis más simpáticos dolores de cabeza.

¿Y de dónde sale mi coche con rallajo (de punta a punta, hundiendo la chapa)? Pues de decirle al macarra de turno que hasta aquí podíamos llegar y que llevaba cuatro euros en cuestiones similares en un solo día. Sin emitir ni un sonido más alto que otro, por supuestísimo. Y ahora prueba que el menda sacó las llaves y despintarrajeó mi buga cuan beibi artista y bohemio usa sus rotus…

Cawen el respeto a la libertad de expresión artística y en toditos sus riles.