Todos los días vemos en la televisión cómo personas matan a otras personas. Algunas veces sin motivo aparente, otras son crónicas de una muerte anunciada, otras son fruto de guerras provocadas por intereses económicos, incluso existen ocasiones en las que la misma persona es la que decide ser su propio verdugo. Hay donde elegir.
Es la eterna discordia entre el yo y el alter ego de cada persona, entre el homo erectus (porque a sapiens no se sabe si llega, como mucho habilis) y el homo jartá de destructivus delirius tremens I jav de pawer.
Pero permítanme que exponga brevemente la sencilla historia de un hombre, el señor X —mensaje para peperos y demás: no es ese señor X que pensáis— que se levantó un día como otro cualquiera y fue a trabajar. El hombre X tenía una peculiaridad física que le hacía necesario usar un bastón para caminar. Al llegar cerca de su trabajo presenció cómo un coche atropellaba a otro señor y éste quedaba atrapado. El señor X aceleró el paso todo lo que pudo, soltó su bastón y, en vez de esperar a la ambulancia, le echó dos… (Ya lo sé mamá, no lo diré) y levantó un lateral del coche lo suficiente para sacar al atropellado. Le crujió toda la espalda y también tuvieron que atenderle cuando llegaron los servicios sanitarios de urgencia.
—¿Por qué? —Le preguntó el auxiliado.
—Porque he elegido.
—¿El qué?
—Hombre, me cuesta el mismo trabajo intentar calmar mi conciencia por no hacer nada que deslomarme subiendo el coche.
Es lo que tienen los X-Men, que tienen… Una peli.
Es la eterna discordia entre el yo y el alter ego de cada persona, entre el homo erectus (porque a sapiens no se sabe si llega, como mucho habilis) y el homo jartá de destructivus delirius tremens I jav de pawer.
Pero permítanme que exponga brevemente la sencilla historia de un hombre, el señor X —mensaje para peperos y demás: no es ese señor X que pensáis— que se levantó un día como otro cualquiera y fue a trabajar. El hombre X tenía una peculiaridad física que le hacía necesario usar un bastón para caminar. Al llegar cerca de su trabajo presenció cómo un coche atropellaba a otro señor y éste quedaba atrapado. El señor X aceleró el paso todo lo que pudo, soltó su bastón y, en vez de esperar a la ambulancia, le echó dos… (Ya lo sé mamá, no lo diré) y levantó un lateral del coche lo suficiente para sacar al atropellado. Le crujió toda la espalda y también tuvieron que atenderle cuando llegaron los servicios sanitarios de urgencia.
—¿Por qué? —Le preguntó el auxiliado.
—Porque he elegido.
—¿El qué?
—Hombre, me cuesta el mismo trabajo intentar calmar mi conciencia por no hacer nada que deslomarme subiendo el coche.
Es lo que tienen los X-Men, que tienen… Una peli.