Que si te vas a París acompañada de buena gente, te lo pasas mejor, eso está claro. Pero a París hay que ir sin prisas y con dinero. Ocho
leuros el bus del aeropuerto, seis
leuros una bebida en un restaurante mediocre y doce
eurotaleguillos una copita de champán... Era para llorar los tres días seguidos (mensaje
pa mi psicóloga: me aguanté, ahí to campeona la
muá).
Y habrá quien te diga que en un fin de semana no te da tiempo a
patearte una ciudad.
Sosverdá solo a medias. Me salió una ampolla dentro de la ampolla el mismo día, pero ahí estuve yo, dejando el pabellón
españó versión sur
mu arto, hablando andalú a diestro y siniestro, y si quieres cobrar ya estás perdiendo el
rulé en entenderme.
Echando de menos a mi pollito por momentos, porque siempre te apetece compartir con tu gente lo que disfrutas, los momentos que te hacen feliz, efímeros sí, pero a montones, ¿o es que vamos a ir recogiendo solo los viruses que también los hay a montones? Que una tiene su capacidad
pa ser feliz... en algún bolsillo...
ande... ¡aquí está!
Así que cuando me metí en el Louvre, decidí hacer un mini reportaje para pollito. Y con aquello de que lo conozco como si lo hubiera parido,
sas cosas de las
mares, pues le hice un reportaje de culos. Qué vulgar... Es lo que tiene eso de acercar la cultura al vulgo: es vulgarizar, pero sin el tonillo despectivo/peyorativo/
subnormaloide.
Había culos para dar y tomar, no sé si solo yo me he dado cuenta, supongo que no. Quizás sí habré sido la única que le dedica un reportaje del Louvre basado en culos a su hijo. ¿Habrá cosas para enseñarles a los impúberes carnales más decorosas dentro de la amalgama cultural (y
chorimangui) que cualquier foráneo, o forúnculo, pueda apreciar en su magna magnitud dentro de este nuestro museo mundial? Psé...
Y es que los griegos dieron para todo, mucho, más. Y de todos es sabido que las dimensiones griegas estaban requetemedidas y armonizadas. Pues es verdad, y para muestra ocho botones
rulés como ocho soles. Nunca los hubiera mirado desde la perspectiva
pollitil si no hubiera sido justamente por él. Bueno, para qué nos vamos a engañar, a lo mejor sí.
Podría haberlo titulado: El Louvre: una perspectiva desde los bajos fondos... O El Louvre: rulés griegos a
tocomocho... O... Da igual, porque los niños de 6 años están en la edad del caca, culo, pedo, pis. Y no es lo mismo de divertido comer
kraken con sangre podrida (pulpo a la gallega), diarrea de caballo loco (lentejas) y bolillones de sesos de mono (albóndigas, según mi
mare "armóndigas", que ya lo dice la RAE) que comida tradicional, aunque sea lo mismo.
En fin, sea como fuere, cuando llegué a casa y le enseñé las más de treinta fotos
culiles que le traje, todas seguidas, se tronchó.
Va por ti, minimaestro.