Si compraras un portátil y en pocos meses tuvieras que enviarlo tres veces a reparar ―cuando digo pocos meses digo dentro del periodo de garantía―. La primera vez porque sin motivo aparente cuando lo vas a abrir ni arranca. La segunda porque cuando lo devuelven arreglado ―la placa…, dicen― se les olvidó mencionar el pequeño e insignificante detalle de que rompieron la pantalla (sí, así me lo devolvieron, con un gran par, grandes, pelones de arrastrarlos). La tercera porque, poco después, los puertos USB decidieron ir por su cuenta a por uvas… El colmo de la desesperación es que hace tres semanas que el portátil anda por esos mundos de dios y ni siquiera ellos saben dónde está cuando lo he reclamado.
¿Les pegarías fuego frotándolos con una piedra pómez hasta que saltara la chispa de la venganza? ¿Los estrangularías hasta que alargaran medio metro de lengua y se les salieran las bolillas de los ojos? ¿Los pegarías en la pared con chinchetas y sin ropa?
Pos no, despierta que estás ennortao, te joderías como yo.
¡Plaf!
Oins, mamá, si solo era una mini palabrota…
¿Un espacio con alma o un alma con espacio? Blog número tropetecientos mil y un trompo a su servicio. Pasen y lean, están todos invitados. Venus al alba ¿ya lo había dicho?