Pie de limón y chicha |
A Perú he tenido que ir para entender la expresión ni chicha ni limonada, y es que allí es lo que suelen tomar en las comidas: chicha (hecha de maiz fermentado, de varios tonos, o rojiza como el vino o clara como es el maíz aquí) y limonada (hecha con lo que aquí denominamos limas, pero que allí son limones).
Nada de Coca cola, Inka Cola que mola más (merece la pena probarla, tela), Pisco Sour que anima el body y ceviche para entrar en calor con la comida.
De patatas me quedo con el camote; y el chancho (cerdo) que no falte, aunque el cuy (sí, un hámster/rata/ratón/roedor) está muy rico. Y mates (infusiones) de todos los colores, of course, de coca.
Mate peruano de coca |
La hospitalidad peruana es harto conocida y he sido testigo de ella en primera pesona. Después de más de doce horas de avión en el que ya no sabes de qué lado ponerte y te tienta fastidiar a alguien solo por diversión, (el aburrimiento es mu malo) porque te has terminado el libro que llevabas y las pelis que pasan las tienes más que vistas, que te reciban con tanto cariño cura todos los males, incluyendo una neumonía retotolluda (ya sabes, no la busques en la RAE que es invento).
Lima, Perú |
Y eso de que hablamos la misma lengua, me río yo a mandíbula batiente. Sí, vale, que ya lo sé que yo ando empaná, pero ¿qué es lo que pasa cuando en otro idioma que estás aprendiendo te enganchan tres palabras seguidas que no controlas? Pues es lo mismo cuando compartes idioma y te enristran palabras endémicas a lo anchaescastillaway (a lo seguío y sin respirar).
Y me queda otra vuelta peruana antes de que acabe el año. Ansía viva.