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lunes, 12 de junio de 2017

Cuando hace calor en Málaga

Ese día, la zona alta de Teatinos parecía sucumbir al verano bajo el
tormento de las chicharras que, vengativas, aunaban sus zumbidos
con los de los aires acondicionados de toda la ciudad. Terral. Récord
histórico. Ser valiente se medía en minutos al sol sin una cerveza
fresca ni una triste gorra, y nadie parecía estar interesado en establecer
una primera marca. Puertas y ventanas cerradas a cal y canto, como
si Dios, tentado de freírle los sesos a la humanidad, hubiese enviado
las diez plagas de la asfixia, empezando por la flama y terminando
por el bochorno. La Costa del Fuego. A Celsius no le quedaban más
rayitas con números para pintar en los termómetros, y los malagueños
hubieran pensado en huir de Boquerolandia en una segunda espantá
si no hubieran tenido las neuronas derretidas por el calor.
Los turistas, que aún no conocían cómo las gastaba Lorenzo cuando
irradiaba con avaricia, le mantenían el pulso a la siesta como alternativa
a la muerte súbita por combustión espontánea. Es decir, hacía calor
con cojones.
La tarde se planteaba igual de inmisericorde y la noche prometía
justicia para los adoradores del inferno en la tierra. Frida qué Khalo.