Inventada expresión de la moi que alude a esa familia que eliges o, quizás, la que te elige a
ti.
Ritón, que en realidad se llamaba Eric, era uno de esos
seres humanos que, ciudadano del mundo a lo capitán fantástico, vivió el carpe
diem en su esencia porque seguramente no sabía hacerlo de otra forma; y su
personalidad no dejó de ser, a pesar de sus claroscuros, pura y literalmente
auténtica. El sí era sí, el no era no y nunca pensó el mundo un circo sino una
suerte de paraíso caprichoso en el que deseaba vivir. Vivir. Lo mismo te tocaba
la guitarra que te fabricaba una mesa con los bancos de una antigua iglesia, lo
mismo te horneaba un parchís de cerámica que te diseñaba un baño con lo que
encontraba por el campo, lo mismo te labraba el campo que se emborrachaba con
su cerdo. Una cerveza, Pepeeeeeé.
Papy Ritón |
Un día apareció por el campito, por esas Cártamas de Dios,
allende las Málagas, y nos adoptó de inmediato. Fue educadísimo, generoso, honesto,
leal, sincero, trabajador y de una sensibilidad natural exquisita. Enfermó su padre
y regresó a su Francia natal donde, no sabemos por qué, no le gustaba vivir. Me
regaló los libros de su padre, los trajo desde Francia en avión.
Luego volvió a las Galias, la última vez que hablé con él
estaba en los Pirineos. Éramos capaces de hablar horas sobre la vida sin decir
nada, quizás yo, él diciéndolo todo. Al poco viajó a Córcega y, mutis mediante sobre
su cáncer de pulmón que solo le concedió 5 meses más de caprichoso paraíso, su
alma pasó a ser un poquito más nuestra desde el 8 de julio de este año.
Domingo.
No te has ido tal y como viniste, Poittevin. Dejas una
profunda huella en algún ejemplar de cebollino hembra que se siente en
deuda contigo, tanto que has pasado a formar parte de su ADN.