Si ha llegado hasta aquí es porque es usted amigo, me conoce o se quiere reír de o conmigo. Por lo tanto, querido lector, permítame que le tutee. Si no está de acuerdo, pulse almohadilla.
LEER O NO LEER, ésa es la cuestión.
Uhhh… A ver, si yo soy mu de lo andaluz y más de lo español (y viceversa) ¿qué demonios hago parafraseando a Chéspir (Shakespeare para los cole-guitas ingleses)?
Me quedo mejor con mi Cervantes: «el que no sabe gozar de la ventura cuando le viene, no debe quejarse si se pasa», incluso con el genio y figura de Leonardo, latino al fin y al cabo: «quien no aprecia los placeres de la vida no los merece» (Dicaprio no, jomío, Da Vinci).
Leer es como un trago de cerveza fresquito cuando Lorenzo, en plena feria de Málaga —agosto mediante— te apunta a la sesera y toíto el resto de tu cuerpo serrano para disparar fuego a discrección con sus divinos rayitos amarillos (sí, yo también tengo una madre apretá que si te descuidas le quita el traje al sol y lo pone en remojo con lejía pa dejarlo blanco nuclear...).
Leer es como comer chocolate, que da igual del color o el sabor que sea, todo el mundo encuentra uno y lo idolatra como preferido (blanco, con leche, negro, negrísimo, más negro todavía, que tizna ya 200.000% de cacao, con almendras —enteras, a trocitos, en puré, en juliana, tostadas, crudas, con pellejo por lo de la fibra, en crema o en divina concepción— o los otros 345.457.900 mil millones de frutos secos que hay (hombre, si en español murciélago es la única palabra que tiene las 5 vocales, de frutos secos pueden existir… ¿qué? No fastidies que no conoces la historia del murciélago, las 5 vocales y el mensajito viral…, ya te vale, eso va a ser porque no lees).
Leer es como el sexo (eeeeeh, que nadie te ha dicho que uses este decálogo —de 3 logos— de «por qué leer: los placeres de la lectura. Tema 1.» en el cole, instituto o para menores. Paso de explicar este punto, que si tragamos con que Jorge Luis Vázquez es el mejor comunicador del año pasado es porque todos tenemos imaginación pa parar el mundo (y que Groucho Marx se baje).
En definitiva, ya que es la hora de comer, dejo este santo propósito explicativo de por qué leer es bueno para otras horas menos tempestivas estomacalmente hablando.
Pero leamos, pardiez, parveinte, parloquesea…
¿Un espacio con alma o un alma con espacio? Blog número tropetecientos mil y un trompo a su servicio. Pasen y lean, están todos invitados. Venus al alba ¿ya lo había dicho?