Nadir
le escribió una nota en la que le liberaba de su compromiso para acompañarla y,
conforme se dispuso a soltarla observó en el ordenador de Marco un USB. Dejó
caer el papel mientras que jugaba a recorrer aquellos objetos con el índice,
hasta que llegó a la memoria externa, que extrajo y se metió en el bolsillo
para luego desaparecer sin apenas hacer ruido.
—Bueno,
¿qué te parece? —preguntó Nadir.
—Es
la caña, tremendo, literatura en estado puro. Un día va a matar a alguien de
una reflexión —contestó Rou.
—¿Tú
tampoco te has enterado de nada? —preguntó la bloguera.
—Ni
flores. Fijo que le dan el Cervantes este viaje.
—O
sea que vas con la excusa de que te acompañe a recoger una notificación del
juzgado, que resulta ser un documento tonto que ya sabías qué era, y acabas
mangándole su última novela… Deja de hacerle la competencia a las locuras de
Raquel, anda…
—No
sé cómo se me ha pasado por la cabeza mangarle el relato y ya ni te cuento
dártela para leer. Esto tiene que ser, por lo menos, violación de los derechos
de autor —relataba Nadir mientras una serie de pensamientos vestidos de asalto
disparaba a discreción contra buena parte de sus neuronas.
—¿Ahora
te ha dado un ataque de escrúpulos? —se admiró su amiga.
—¿He
dicho de autor? ¡De los derechos humanos! —continuó sin escucharse más que a sí
misma.
—Pero
¿la venganza no es un plato que se toma frío?
—¿Quién
se quiere vengar? Yo no he dicho nada de eso. Yo solo quería…
—¿Qué
querías, guapa? Yo te lo diré. Darle donde más le duele porque te ha hecho daño
—sentenció Rou.
—Jolines.
No. Corre, entiéndeme, luego te lo explico —se aturrulló Nadir arrepentida
buscando una solución a su fechoría.
—Venganza…
—No.
En realidad, no me ha hecho nada porque nada me debe. He dado por hecho que por
acostarse conmigo debería sentir algo por mí y que, cuando algo así ocurre, eso
debería merecer un respeto. Pero no había manejado la posibilidad, obvia por
otro lado, de que el sexo es sexo. Es absurdo después del sexo dar el amor por
hecho.
—Vale.
A buenas horas le das a la manivela de la lógica, guapa ¿qué vamos a hacer
ahora? Tormenta de ideas… Venga.
—Tú
callarte, yo pensar, por lo menos ahora ¡Y olvida todo lo que has leído! En qué
estaría yo pensando cuando lo pensé…
—¡Estás
loca! ¿Quién podría tener tanta capacidad de retentiva? Si es más denso que el
pan de pueblo. Deberías echarle el USB al buzón. Devuélveselo cuanto antes,
quizás no haya descubierto aún que te lo has llevado.
—Pero
¿cómo? Además, lo tengo desde ayer —al ansioso factor control añadió el
estresante factor tiempo.
—Nadir
se mordisqueba los labios esperando, impaciente, la iluminación divina. Pero el
milagro, lejos de multiplicar los panes y los peces, multiplicó factores.
Ding
dong, sonó el timbre de la puerta.
—¿Quién
será? —se sobresaltó Nadir.
—¿A
mí me preguntas? ¡Es tu casa!
—Jolines,
tú también ayudas —se quejó la bloguera mientras se dirigía a abrir la puerta.
—¡Marco!
¡Qué sorpresa! —se rio Rou observando el panorama como el que mira una película
en el cine comiendo palomitas.
—Hola
Nadir ¿podemos hablar?
El
absurdo poder de provocar temblor, poderosos nervios. Poco acostumbrada a
perder el control optó por perderlo del todo.
—Vale
¡me he llevado tu USB!, te lo devuelvo ¡aquí lo tienes! —susurró pensando que
gritaba, mientras sostenía con dos dedos la memoria y mantenía el brazo estirado, apuntando
directamente a la nariz de su vecino.
—Buenooooo…
Si te dice que lo he leído, no te lo creas aunque sea verdad, es que ha pasado
a la fase «ataque de sinceridad», el de escrúpulos ya se le ha pasado…