FB

domingo, 26 de abril de 2009

Un día cualquiera en la Seguridad Social

Cirujano maxilofacial HRU Carlos Haya CARE 2006
Cita a las 9 de la mañana, tres meses después de que me derivara el dentista, después de haber pasado la opinión de mi médico de cabecera. A las 10 menos 5 me nombran… Media hora antes sale un paciente echando sapos y culebras (mutantes de siete metros mezcla de crótalos viperinos de nueve cuernos y veinticinco mil doscientas treinta y cuatro cabezas) y exponiendo a viva voz (en su opinión, que conste) las excelencias de los funcionarios vagos, escoria sarnosa de la sociedad.
—Hola, buenos días (a la enfermera que asiste a este individuo).
—El doctor ahora viene (qué manía con llamar doctores a los médicos).
Me deja sola en una habitacioncita llena de aparatos maquiavélicos y productos farmacéuticos, y me quedo imaginando como el más grande de ellos cobra vida y me acorrala para coserme a puñaladas con cualquiera de sus muñones metálicos minados de punzones extraños. Un buen rato después aparece un individuo mayor de mirada desagradable oliendo a café y acompañado de la enfermera, más cercana a la familia de las gallináceas que a la de los mamíferos.
—Disculpe, estaba en una reunión —claro, hombre, y yo estaba conversando con Dios sobre la crisis religiosa mundial; oins, ¿qué no se lo cree? ¡Qué casualidad!—. ¿Qué hace aquí?
—¿? —Cuajá, me dejó la preguntita cuajá.
—Quiero decir que qué le pasa. ¿Cómo se llama?
Fliping (las Vegas) le digo nombre y apellidos y motivo de la visita, por tercera vez explico que me duele muchísimo la muela del juicio, tanto que cuando aprieta el dolor alcanza al ojo y al oído, que está tumbada y que el médico de cabecera me manda al dentista y éste estima necesario derivarme al maxilofacial para quitar la muela.
—Pues si le duele el ojo vaya al oftalmólogo.
Empieza a subirme una bola de adrenalina estilo Onda Vital de Goku por la garganta parriba, a la velocidad de la luz ultrarrápida generada por pulsaciones Corporación Dermoestética (vamos, quemando pelos). Y baja y sube y baja y sube…
—Le acabo de decir que eso me ocurre cuando me duele la muela —tranquila, inspira, espira, unas doscientas mil veces y se te pasará, seguro…
—Pero es que lo que te duele a ti es la mandíbula porque la mordida no es correcta.
—¿En serio me va a decir usted lo que me duele?
—¿El maxilofacial aquí quién es? —jajajajajaja, ríete niña, estrangulándolo no vas a solucionar nada.
—Disculpe ¿un maxilofacial qué es? —sádica, ¿pa qué preguntas eso?
—Pues es un doctor especializado..., bla, bla, bla —me contesta la enfermera indignada e ignorante de lo que es la ironía mientras le trae unos guantes de plástico al don, ¿pa qué? Si ni me miró la boca.
—Ah, eso —me miran con desdén por encima del hombro con una expresión de asco que jamás se me olvidará.
En resumen: a mi casa, y que me den por culo —rulé, pompis, ojete, mohíno, cerito sesuá trasero…—, asaltada por un mar de dudas:
¿Algunos médicos de la Seguridad Social son mancos y no saben teclear solitos en los ordenadores y por eso necesitan enfermeras? ¿Y cojos y no saben ir a por guantes? ¿Saben leer los partes que reciben con antelación de sus pacientes o es que les importan todos una gran Fú de Estambul? ¿Y su trabajo (o sus pacientes) le importa una mierda porque sus padres los criaron como Últimos Emperadores a todos los que les dan mala fama al funcionariado español o es que algunos hacen cursos intensivos en el cargo? ¿Por qué, por qué, por qué no es delito ser tan gilipollas? ¿Y por qué no se les puede dar una patada en los…? Bueno, esto último se puede, pero luego hay que pagar unos 150 euros en un juicio.
Queridos funcionarios: delatad, acusad, denostad, señalad y discriminad a esta «escoria sarnosa» de la sociedad, que por su culpa culpita tenéis la fama que tenéis.

miércoles, 8 de abril de 2009