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miércoles, 20 de mayo de 2015

Y otro ¿yatá? Si quieres más, pídelos.



Nadir le escribió una nota en la que le liberaba de su compromiso para acompañarla y, conforme se dispuso a soltarla observó en el ordenador de Marco un USB. Dejó caer el papel mientras que jugaba a recorrer aquellos objetos con el índice, hasta que llegó a la memoria externa, que extrajo y se metió en el bolsillo para luego desaparecer sin apenas hacer ruido.
—Bueno, ¿qué te parece? —preguntó Nadir.
—Es la caña, tremendo, literatura en estado puro. Un día va a matar a alguien de una reflexión —contestó Rou.
—¿Tú tampoco te has enterado de nada? —preguntó la bloguera.
—Ni flores. Fijo que le dan el Cervantes este viaje.
—O sea que vas con la excusa de que te acompañe a recoger una notificación del juzgado, que resulta ser un documento tonto que ya sabías qué era, y acabas mangándole su última novela… Deja de hacerle la competencia a las locuras de Raquel, anda…
—No sé cómo se me ha pasado por la cabeza mangarle el relato y ya ni te cuento dártela para leer. Esto tiene que ser, por lo menos, violación de los derechos de autor —relataba Nadir mientras una serie de pensamientos vestidos de asalto disparaba a discreción contra buena parte de sus neuronas.
—¿Ahora te ha dado un ataque de escrúpulos? —se admiró su amiga.
—¿He dicho de autor? ¡De los derechos humanos! —continuó sin escucharse más que a sí misma.
—Pero ¿la venganza no es un plato que se toma frío?
—¿Quién se quiere vengar? Yo no he dicho nada de eso. Yo solo quería…
—¿Qué querías, guapa? Yo te lo diré. Darle donde más le duele porque te ha hecho daño —sentenció Rou.
—Jolines. No. Corre, entiéndeme, luego te lo explico —se aturrulló Nadir arrepentida buscando una solución a su fechoría.
—Venganza…
—No. En realidad, no me ha hecho nada porque nada me debe. He dado por hecho que por acostarse conmigo debería sentir algo por mí y que, cuando algo así ocurre, eso debería merecer un respeto. Pero no había manejado la posibilidad, obvia por otro lado, de que el sexo es sexo. Es absurdo después del sexo dar el amor por hecho.
—Vale. A buenas horas le das a la manivela de la lógica, guapa ¿qué vamos a hacer ahora? Tormenta de ideas… Venga.
—Tú callarte, yo pensar, por lo menos ahora ¡Y olvida todo lo que has leído! En qué estaría yo pensando cuando lo pensé…
—¡Estás loca! ¿Quién podría tener tanta capacidad de retentiva? Si es más denso que el pan de pueblo. Deberías echarle el USB al buzón. Devuélveselo cuanto antes, quizás no haya descubierto aún que te lo has llevado.
—Pero ¿cómo? Además, lo tengo desde ayer —al ansioso factor control añadió el estresante factor tiempo.
—Nadir se mordisqueba los labios esperando, impaciente, la iluminación divina. Pero el milagro, lejos de multiplicar los panes y los peces, multiplicó factores.
Ding dong, sonó el timbre de la puerta.
—¿Quién será? —se sobresaltó Nadir.
—¿A mí me preguntas? ¡Es tu casa!
—Jolines, tú también ayudas —se quejó la bloguera mientras se dirigía a abrir la puerta.
—¡Marco! ¡Qué sorpresa! —se rio Rou observando el panorama como el que mira una película en el cine comiendo palomitas.
—Hola Nadir ¿podemos hablar?
El absurdo poder de provocar temblor, poderosos nervios. Poco acostumbrada a perder el control optó por perderlo del todo.
—Vale ¡me he llevado tu USB!, te lo devuelvo ¡aquí lo tienes! —susurró pensando que gritaba, mientras sostenía con dos dedos la memoria  y mantenía el brazo estirado, apuntando directamente a la nariz de su vecino.
—Buenooooo… Si te dice que lo he leído, no te lo creas aunque sea verdad, es que ha pasado a la fase «ataque de sinceridad», el de escrúpulos ya se le ha pasado…

Nuevo capítulo de Venus al Alba




Esperando que de un momento a otro se produjera la eternidad, el tiempo besaba el silencio esperando su propio devenir. Había acabado la lectura del libro y aún no había sucumbido a los encantos de las sirenas de los mares nocturnos. Se paseó por la casa antes de ir a la terraza cuando, aterrorizada, observó una cucaracha volando sobre la hamaca, iluminada por la luz artificial como si Gotham reclamara a Batman. Desestimado el intento de salir a la terraza, Nadir optó por teclear en su blog.
«Mi cucaracha es peluda: tiene barba de chivo y alardea de su pelo legionario con el pecho descubierto, a lo duquesadealba. Se afeita las piernas todas las mañanas con mi Venus de Gillette porque por las noches trabaja de Dracqueen en el garito estrella del polígono El viso.
Tiene los ojos tan grandes que cada vez que entro en el minibañódromo –común a todo hogar mileurista que se precie: 3 m cuadrados para 4 piezas de baño– su mirada ilumina la estancia cuan cielos soleados; y es que me ahorro los euros a sacos con Endesa.
Pero esta mañana se le ha encarado a mi madre, me la ha atropellado como los bancos atropellan a los hipotecados, pasándole de brazo a brazo y haciendo parada en el canalillo, con regodeo.
«Toíto te lo consiento menos faltarle a mi mare», le he dicho ofuscada cuan Maruja a la que se le cuela una vieja comprando el bacalao, y acto seguido se ha apoderado de mí el más bajuno de los instintos de House y me he armado de mascarilla y Cucal –que digo yo, pudiendo contaminar pa qué hace falta escuchar el crunch de un pisotón–. Y allí está, disoluta más que asfixiada, en un lago de producto químico irrespirable –está visto que los fabricantes consideran cucarachas también a los que compran sus productos–, con su melena ondulando en Cucal.
En realidad lo que ha pasado es que he visto una sombra correr de váter a bidé, he pegao un berrío que ni Iron Maiden y del bote que he dao he llegao a la cocina a por matacucarachas sin poner los pies en el suelo, que si asco me dan estos bichos si le sumamos el sonido al pisar 200 kg de insecto en canal… puaaaaaaaaaaaaaaaaaj. Y resuelta y disoluta…, eso, disoluta sí que ha quedao la madame, sí. Adiós cucaina, adiós, avisa antes de ir al Infiernocucarachil que debe haber overbooking.
Si National Geographic lo lee, esto solo ha sido un cuento de ficción».