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lunes, 13 de marzo de 2017

De Magníficos a Fantástico


Leer en Capitán Fantástico
Capitán fantástico.
No había escuchado hablar de ella. Ni había visto ningún tráiler en la televisión (seguramente dado el número de horas que la visualizo a la semana, las opciones eran nulas). Pero llegó a mí a través de lo que los de marketing conocen como WOM y que no es más que el boca a boca. Primero, estando en París, cuando alguien importante para mí me corrigió: «huy, “interesante”, palabra prohibida», y me hizo recapacitar para dar una opinión. Semanas después, mi hermana me habló de una película diferente y entretenida, de las que a mí me iban a gustar.
Son siete, magníficos, seis «prole» y un fantástico e imperfecto padre. Cuando terminé de verla sentí la ilusión de un posible libro en el que hubiera estado basada la película, pero no, para una vez que tendría sentido…
Cola: agua envenenada
Después bicheé por estos Internetes de Dios para empaparme de datos para saciar curiosidad. La mayoría de los comentarios, incluidos los de sitios expertos, son lamentables y denotan la impermeabilidad pellejil tanto como espiritual que manejan los anestesiados sociales de turno.
Chomsky mejor que la Navidad
No muestra la vida de una familia de izquierdas, ni neohippy ni sandeces varias, qué manía con etiquetar, analizar, atomizar y destrozar algo que tiene sentido solo si se incluyen sus imperfecciones. La película no tiene altibajos, la interpretación de todos es soberbia, la idea es jojonuda y, sobre todo, muestra una perspectiva de la vida que debería hacernos reflexionar. Para los que gusten, claro.
Muestra cómo la salud se debe a una alimentación, en el amplísimo sentido del término, equilibrada: se debe alimentar sano el estómago, el cerebro, el corazón y el alma. Se muestra el respeto por todo ser vivo, animal y vegetal: no se cultiva ni se cría tanto como se caza o recolecta. Se muestra el respeto por las personas, por sus opiniones aunque difieran de las propias y cómo nadie puede estar en posición de hacer valer sus razones por encima de los demás ni imponer sus verdades. Se muestra que la necesidad de pertenecer a una tribu nos hace pensar en la fuerza del grupo pero nos debilita como individuos.
El 7º Magnígico: Viggo
Se muestra cómo el consumismo es un círculo vicioso que resta tiempo que, al fin y al cabo, es vida. Se muestra cómo el carpe diem no es un conjunto de sonidos articulados por los órganos fonadores, sino hechos. Se muestra, in extremis, cuanto está equivocada la sociedad actual. Se muestra que cada uno debe aprender de sus propios errores, nadie escarmienta en cuello ajeno, pero que una verdadera familia siempre está ahí para ayudarte. Se muestra cómo una opinión no es válida a no ser que esté fundamentada en el conocimiento. Se muestra realmente cómo la muerte es parte de la vida, sin miedos ni patetismos.
La belleza del fin de la vida
Aunque, quizás, la muestra más abrumadora es que la verdad no está sobrevalorada como afirman los que abogan por lo subjetivo como solución a todo y crean términos como «mi verdad», sino que es necesaria en un mundo de mentira creado por personas igual de falsas. Al igual que ocurre con la lectura, «el mal no entra nunca por la mente cuando el corazón está sano» y la verdad no hace daño, aunque las personas sí.
Sweet child of mine, va por ti.

domingo, 5 de marzo de 2017

Cuando Logan te cura de espantos

Hugh Jackman
Una entrada fresca entre tantas enlatadas nunca viene mal.

Pocas veces he visto un personaje de cómic hecho piel como James Howlett, Logan, se calza a Hugh Jackman. Para los que nos enseñamos a leer con Marvel, es mucho.

Excepto por la innecesaria muestra sangrienta, en un mundo desagradable hasta la anestesia, la película plasma una realidad humana más allá de la mutante: la necesidad de descansar en paz aquellos que sufren, su derecho a que tanto dolor redima sus errores (véase diferencia entre errar y ser un H de la GP).

Lobezno
Porque existen seres con los que la vida se ensaña, y los obliga a vivir para regocijarse en su obra, también hay héroes a los que mirándolos a los ojos reconoces las dos o tres eternidades de cansancio acumulado en una mirada que es universo, que a pesar de todo son supervivientes y que merecen la paz de sus almas más allá del bien o del mal. Porque no hay nada más cruel que obligar a vivir a quien no lo desea, tanto como obligar a morir a quien no lo merece (sí, hay más de un espécimen que merece la hoguera, otra cosa es que nadie tenga el derecho a hacerlo).

Ya que no hemos elegido nacer, no sé por qué no podemos elegir morir.

viernes, 3 de marzo de 2017

De Veganos y vegetarianos y marranos

De que de la alimentación actual deberíamos renegar no creo que quepa la menor duda. El 80% de los antibióticos en EE.UU. se usa para el ganado. Esto es, luego vienen un atajo de mentes privilegiadas políticas a decirnos que no nos automediquemos con antibióticos (a ver quién es el guapo que saca sin receta médica una sola pastilla desas), sosí, la carne y el pescado que nos venden que tengan todos los que quieran y más. Y si hace falta, también hormonas, hala, ahí, a lo "qué grandes somos, compay". Ni que decir tiene que la leche de vaca está repletita desas sustancias tan chachis. De los huevos dicen primero que sí, luego que no... Porque otra cosa no, pero mentiras al respecto haberlas, haylas.

Para colmo, la forma en que se genera comida animal, uséase, cría y sacrificio de pollos, cerdos, vacas, salmones, doradas, etc., es de todo menos natural. Pero que las aberraciones se hayan convertido en rutina no quiere decir que sea ni medio normal. Hasta tal punto se normalizado las técnicas de superproducción de alimentos que el hacinamiento de animales, la forma de sacrificio o, incluso, la alimentación (¿alguien ha visto el reportaje de cómo se alimentan a patos y ocas para luego hacer foie? No tiene desperdicio) de forma salvaje, aberrante y cruel no produce ningún efecto de empatía, en general, en el ser humano (porque se sigue permitiendo). La mayoría de las personas del primer mundo está anestesiada contra estas prácticas antinaturales.
Luego están los que sí son sensibles, pero que tampoco son objetivos. Los que pretenden suplir tanta subnormalidad productiva tirando de verde: los que solo comen vegetales, hortalizas y verduras (que no son lo mismo, oigausté), frutas, semillas y primos hermanos; y, ofcors, su versión ultra: los que aparte de animales aborrecen la leche, sus derivados, los huevos y fiestas de guardar. Somismo, lo que viene siendo vegetarianos y veganos.
Todos ellos reniegan del sufrimiento animal y de los métodos perjudiciales para el entorno de la producción de este tipo de alimentos de origen bichil. Y, también ofcors, se olvidan de que, por ejemplo, para producir soja se tala la selva amazónica a la velocidad de la luz o de que los huertos industriales automatizados, cuando por ejemplo fumigan, prohíben el paso al ser humano porque la intoxicación por esos pesticidas es mortal (pero de necesidad, no de la de luego si eso dentro de 30 años te sale un cáncer). Pero como las plantas no hablan ni expresan su dolor de forma perceptible para el ser humano, que se jodan. ¡Pordió, qué poco trascendió Avatar en la mente del consumidor!
Para colmo, como somos unos insensibles, extendemos dichas aberraciones a empresas productoras de pieles (cómo matan a las focas a palos, por ejemplo, para desollarlas y dejarlas tiradas...). Entonces, cuando algunos ven semejante perversión del consumismo, hincan rodilla en el suelo y ponen a Dios por testigo. Razón no les falta, lamentablemente, pero eso no es errar el ser humano, más bien, es para herrarlo.

Qué más da si los árboles también sangran, como se llama resina... Lo malo, queridos veganos y vegetarianos, es que aunque no sintáis simpatía por estos seres vivos sin ojos ni boca, comerlos también supone un riesgo para la salud. Es lo que tiene la alimentación alfalfil y bichil actual, que es harto insana, toda. Y producida de forma aberrante. Toda.

Pero no nos confundamos. El problema está en haber perdido la perspectiva. En no ceñirse a la producción sostenible de alimentos, en dejarnos llevar por el más bajo instinto consumista que provoca un exceso de demanda, insostenible (y llegará el día en que nos arrepintamos), en haber perdido de vista que el respeto debe empezar por los seres más pequeños e insignificantes, aunque nos los comamos. Un apio producido en un huerto realmente ecológico, recolectado en su tiempo, te devolverá ese respeto en forma de alimento saludable (no que ahora es uno de las hortalizas que más metales pesados acumula, con lo buenos que son sos elementos pal body serrano). Y, de igual forma ocurrirá si te comes un bicho criado y sacrificado con respecto.
Y es que el ser humano, le guste o no al personal, es omnívoro de toda la vida de Dios y, aunque sientas predilección por esto o aquello, una dieta equilibrada, real y objetivamente, incluye de to, toíto to. TE GUSTE O NO, Y SI NO QUE SE LO DIGAN A MI MARE, QUE TE LO COMAS TO LO QUE HAY EN ER PLATO... Y chitón...
Quizás haya que empezar a respetarnos a nosotros mismos, por ejemplo, a no echarnos en la piel productos químicos que si nos introdujéramos por la boca, nos produciría una defunción así... aligerando, desas de aquí te pillo aquí te mato. Y así, para los cortitos que piensan que la crema solar es la solución contra el cáncer de piel, encontrarían una alternativa mejor: quizás respetar (volvemos a lo mismo: respeto) las horas solares, sería de más ayuda. 

Y, por fin, haciendo extensivo el respeto respetuoso, lo mismo llegamos a darnos cuenta de que a lo mejor si no hubiéramos permitido que gobiernos y farmacéuticas nos hubieran estado envenenando durante tantos años, los avances de la medicina realmente sí habrían conseguido que el ser humano llegara con cierta salud por encima de los 100 años. Porque lo normal es la salud, aunque hayamos hecho de la enfermedad lo habitual.
Pero, claro, es mejor realizar investigaciones científicas inservibles para lucimiento de mediocres en los que se afirme que el cáncer es el resultado del envejecimiento natural de las células (tócate el Henry...) o aquellos otros que afirman que las centrales eléctricas no repercuten en la salud del ser humano (y también los Jones...). Con sus aplaudidores profesionales incluidos, mirusté.
La naturaleza es sabia, cada ser humano es una célula del mundo que, cuando se vuelve cancerígena, es el propio organismo el que regulariza la situación mediante apoptosis.
Habrá que dejar de inventar curas, y centrarnos en no reinventar enfermedades.