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lunes, 6 de abril de 2015

Venus al alba VI



Ese día, la zona alta de Teatinos parecía sucumbir al verano bajo el tormento de las chicharras que, vengativas, aunaban sus zumbidos con los de los aires acondicionados de toda la ciudad. Terral. Récord histórico. Ser valiente se medía en minutos al sol sin una cerveza fresca ni una triste gorra, y nadie parecía estar interesado en establecer una primera marca. Puertas y ventanas cerradas a cal y canto, como si Dios, tentado de freírle los sesos a la humanidad, hubiese enviado las diez plagas de la asfixia, empezando por la flama y terminando por el bochorno. La Costa del Fuego. A Celsius no le quedaban más rayitas con números para pintar en los termómetros, y los malagueños hubieran pensado en huir de Boquerolandia en una segunda espantá si no hubieran tenido las neuronas derretidas por el calor.

Los turistas, que aún no conocían cómo las gastaba Lorenzo cuando irradiaba con avaricia, le mantenían el pulso a la siesta como alternativa a la muerte súbita por combustión espontánea. Es decir, hacía calor con cojones.

La tarde se planteaba igual de inmisericorde y la noche prometía justicia para los adoradores del inferno en la tierra. Frida qué Khalo.